Fotógrafa, animadora de show infantiles, comerciante de chía, repostera de brownies. Esos fueron algunos de sus oficios, pero se enamoró del maquillaje.
Trujillana ella, a los quince, por jugar estilizaba a sus amigas por veinte soles. Fue durante una estadía en Sidmouth, al sur de Inglaterra, que se dio cuenta que embellecer rostros no solo era juego; era rentable. A los diecisiete se mudó a Lima para estudiar administración; la tía que la acogió en su casa en San Isidro comprobó sus dotes y transformó parte de la morada en un estudio. A la par, conquistó las redes con consejos de make-up.
«La redes cambiaron mi negocio», apunta.
Hoy en Miranda Beauty Studio, sus squads de capas maquilladoras y peinadoras atienden a novias y chicas de prom, incluida su madre de forma gratuita. «Yo le cobro, pero ella no me paga», bromea.
Miranda advierte: «La piel perfecta no existe». Ella se muestra en redes al natural y sin filtros. «Hay clientas que vienen con una foto de Kendall Jenner y dicen ‘¡quiero esto!’, pero esa foto tiene mil retoques. Hay maquillajes ni reales ni realizables. Eso es un mensaje que quiero proyectar», anuncia.
Miranda comenzó a maquillar a sus amigas desde los 15 años. Hoy es fundadora de Miranda Beauty Studio.
